El cónclave que comenzará el próximo 7 de mayo en la Capilla Sixtina del Vaticano reunirá a más de 130 cardenales con el objetivo de elegir, a través de votaciones secretas, al próximo líder espiritual de más de mil 300 millones de católicos. Este evento, cargado de simbolismo y tradición, culminará con la icónica fumata blanca, anunciando la elección del nuevo papa.
Detrás de este acto solemne hay una serie de normas, tradiciones y criterios que determinan quién puede acceder al trono de San Pedro. Según el derecho canónico, cualquier varón bautizado con pleno uso de razón podría ser elegido papa. Sin embargo, en la práctica contemporánea, los cardenales del Colegio Cardenalicio son quienes tienen la mayor probabilidad de ser considerados.
Los prelados conocidos como "papables" suelen destacarse por cumplir con ciertos requisitos no oficiales, como una trayectoria en cargos importantes dentro de la Iglesia, edades comprendidas entre 60 y 70 años, y habilidades de liderazgo, comunicación y capacidad para mantener la unidad doctrinal. Aunque históricamente ha existido la posibilidad de elegir a alguien fuera del Colegio Cardenalicio, desde el siglo XV todos los papas electos han sido purpurados.
El proceso de votación exige una mayoría de dos tercios para consagrar al nuevo pontífice. Si no se alcanza este consenso en las primeras rondas, las votaciones continúan hasta obtener el respaldo necesario. Este riguroso procedimiento, aunque envuelto en elementos de misterio, está diseñado para reflejar la voz colectiva del Colegio Cardenalicio y fortalecer la legitimidad del elegido.
A pesar de la apertura teórica a otros perfiles, los factores prácticos, las demandas actuales del catolicismo global y la necesidad de enfrentar desafíos contemporáneos han reducido la lista de candidatos a un grupo selecto de cardenales. Estos destacan por su experiencia episcopal, formación teológica sólida, liderazgo probado y visión estratégica para guiar a la Iglesia en un mundo en constante cambio.
(CAGG)